miércoles, 4 de mayo de 2011

Por fin se ha acabado

     4 clásicos en 19 días podían deparar muchas cosas. A priori, significaban 4 partidos de ensueño, de rivalidad y espectáculo. Una hornada de clásicos que contribuiría a que los espectadores pudiésemos disfrutar de 4 históricos enfrentamientos.
El balance final ha sido: 2 empates, 1 victoria para el Madrid y 1 victoria para el Barcelona. Pero es muy probable que este empache de clásicos haya traído unas consecuencias que no beneficien a nadie.

     Para empezar, tenemos a Mourinho, un entrenador diferente, que sabe motivar a sus jugadores y es capaz de todo por ganar. Mientras él gane no hay problema, ahora bien, como las cosas se tuerzan es capaz de sacar hojas para contabilizar errores arbitrales, desprestigiar entrenadores y hasta poner en entredicho el buen hacer de la UEFA.
Mourinho es un mártir, esa es la imagen que busca vender, (y que por desgracia muchos compran), es un entrenador incomprendido, todos le odian y nadie le comprende. Su palabrería ha calado en el madridismo. Ahora toda derrota es justificable; si su equipo pierde en el campo, el gana su particular batalla en la sala de prensa. En España y en Europa hay una conspiración para que su Madrid no gane… Ole sus *******
Eso sí, nadie habla de sus planteamientos ultradefensivos en partidos importantes, no se dice que se le ha dado todo lo que ha pedido para que el Madrid dejara de vagar por el desierto y alcanzara la gloria. El desembolso del Madrid ha sido fortísimo, desorbitado, y él, cuando le toca enfrentarse al Barça se limita a esperar, defenderse y especular. Mourinho, te han dado todo lo que has pedido, entrenas al Real Madrid. Con esa plantilla se te exige ganar jugando y haciendo disfrutar. Ni Villar, ni la UEFA, ni el Barcelona tienen la culpa de que no quieras que tus jugadores jueguen, eres tú el que no les deja demostrarlo.

     Cada clásico que veía me daba más miedo. Veía agredirse jugadores que habían ganado juntos una Eurocopa y un Mundial, jugadores que habían sido una familia durante algo más de un mes. Los veía destrozándose, acribillándose a patadas, jugando sucio. Ese no es el espíritu de la Selección. Me dolía ver a Busquets y a Alonso dándose cera. Me angustiaba ver a Arbeloa castigando a Villa cada vez que podía. Detestaba ver a Ramos y Piqué retándose en cada jugada… Hay más mundo después de los Barça – Madrid. No me podía creer el odio que se profesaban, el rencor con el que se miraban; las ganas con las que se golpeaban. Chicos, sois profesionales, amigos en muchos casos, no podéis convertir los partidos en una cruzada personal. Despertad, hay un país que os quiere, que desea que sigáis siendo los reyes del fútbol mundial. No dejéis que las rencillas os nublen el sentido, por favor.

     Todos estos piques entre jugadores y entrenadores, denuncias y acusaciones, empañaron los encuentros, los ensombrecieron, los apagaron. Los espectadores no pudimos disfrutar de partidos limpios, no pudimos ver por ningún lado que realmente se enfrentaban los dos mejores equipos del mundo. El odio primaba por encima de la deportividad. El ganar estaba por encima de todo. Las portadas así lo reflejaban. Los diarios cerraban filas y sólo defendían lo suyo. Era como si los medios de Barcelona y Madrid vieran partidos diferentes. La cuestión era protestar, hacerse escuchar, influenciar, generar rabia y ganar la batalla del papel. Todos los ideales parecían haberse perdido. No importaban amigos; blancos y blaugranas tenían que retarse a muerte, sólo uno podía salir vencedor… y el perdedor, sin ninguna duda fue el fútbol.

     Ahora se acabó. Barcelona y Real Madrid no se verán las caras en mucho, mucho tiempo. Nunca pensé que diría esto, pero me alegro.
Las denuncias y las quejas pasarán y los jugadores acercarán posturas, se destensarán y volverá otra vez la normalidad. Pero mientras eso sucede, la vida y el fútbol han de seguir. El show debe continuar.

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