Soy joven, fanático del fútbol y culé. Puedo presumir de
haber visto al mejor Ronaldinho, al mejor Zidane o al mejor Henry, y he visto
goles y exhibiciones de todas las formas y colores, pero los 90’ de ayer del Atlético de
Madrid en el Luis II de Mónaco (con mención muy especial al despliegue de
Falcao) son para guardar en DVD y recordarlo tiempo después.
Ayer, el Atlético de Madrid no sólo ganó la Supercopa de
Europa ante un Chelsea reforzado a base de talonario, sino que lo desdibujó, lo
dejó en evidencia e hizo que todas sus estrellas pareciesen títeres corriendo
detrás de un balón. La bravura y tenacidad con la que los colchoneros saltaron
al césped desarmó completamente al Chelsea, que no fue capaz de encontrarse
cómodo en todo el partido. La exhibición fue total. La pareja Mikel-Lampard
quizá no sea la más vistosa y producente que puede tener el Chelsea, pero sí la
línea que forman Mata-Hazard y ayer, Ramires, pero en la que también puede
entrar Oscar o Marco Marin. Nadie apareció, ninguno encontró un mínimo
resquicio para desplegar su fútbol ni encontrar a Fernando Torres, desasistido
durante todo el partido.
El trabajo de todas las líneas atléticas fue brillante. Desde
la defensa empezó a fraguarse todo; Miranda y Godín anticipaban todos los
balones, cerraban huecos y permitían que Filipe y Juanfran encontrasen libertad
y confianza para sentirse libres y subir la banda. La línea de medios no sufrió
para desarbolar a un Chelsea desconocido, lento y previsible y cuando la pelota
llegaba a tres cuartos de campo, el espectáculo estaba garantizado. Arda Turán
y Adrián son los escuderos perfectos del, hoy por hoy, mejor 9 del Mundo. Ayer
Falcao volvió a demostrar por qué se pagaron 40M por él y por qué el Atlético
apostó fuerte. Para muchos vino como la solución de urgencia, el recambio de
Agüero que llegaba para poner un parche a su marcha, pero no. Falcao sabía y
sabe de qué es capaz; es un futbolista de finales, de partidos grandes. Lo
demostró con el Oporto en la anterior final de la UEFA marcando el Gol ante el
Braga, y lo mismo hizo en la pasada final en la que el Atlético pasó por encima
de un Athletic que apuntaba muy alto pero que sucumbió en el final de la
temporada. En el día de ayer Radamel metió 3 goles con “la pierna de las
finales”, esa pierna izquierda que siempre saca a relucir en los momentos
importantes.
Ojalá que este partido, quizá uno de los mejores de la
historia reciente del Atlético, sirva como vara de medir para ver hasta dónde
puede llegar un club tan grande como imprevisible. Por el bien del fútbol todos
desearíamos que esta cara fuera la que siempre mostrase el Atlético, pero
entonces, dejaría de ser el Atlético de Madrid… Son tan especiales y queridos
por eso, por lo imprevisible de su fútbol y lo inesperado de sus resultados.
El año empieza bien, asentados en la zona tranquila de la
Liga y demostrando por 2ª vez en 3 años que, al menos a nivel de trofeo, son
el “mejor equipo de Europa”. Felicidades
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