miércoles, 1 de agosto de 2012

Lo especial de los Juegos


       Qué tienen de bello los JJOO todavía no lo sé; por ahora sólo puedo asegurar que atrapan, enganchan y atraen casi más que cualquier otra modalidad deportiva.
Cada 4 años, miles de deportistas se citan con la historia –algunos tendrán sólo una oportunidad- para escribir su nombre en letras doradas. El objetivo son las medallas, que van ligadas de reconocimiento mundial y fama olímpica.

       Muchos de estos deportistas se pasan 4 años entrenando día tras día con el único objetivo de ser los mejores durante una prueba que quizá no dure más de 15 segundos. Suena fuerte pero es así. La mayoría permanecen en el anonimato mundial hasta que su nombre se ve reflejado en las pantallas del estadio al hacer un récord olímpico o mundial. Otros, simplemente finalizan sus pruebas fuera de las medallas y nadie vuelve a reparar en ellos. Cada expedición lleva a cientos de deportistas, y lo cierto es que son pocos los que llegan con el cartel de estrella. Todos conocen a súper estrellas como Bolt, Phelps, Federer o Gasol, deportistas que están fuera de toda comparación, titanes del tiempo y destructores de récords. Lo bonito de los juegos es vivir las historias, por ejemplo, escuchar al sudafricano Chad le Clos, de tan sólo 20 años, tras ganar a Phelps en la final de los 200m Mariposa diciendo que había batido a su ídolo y que ese era el día más feliz de su vida; su cara lo reflejaba, estaba emocionadísimo. El problema es que son pocos los deportistas que son capaces de convertirse en eternos en los Juegos. Los años de duro entrenamiento y sacrificios no siempre se ven recompensados. Podría decirse que eso es el deporte, competir, pelear y luchar limpiamente por ser el mejor, y en caso de no conseguirlo retirarse dando la mano y esperar una revancha. Cuando se habla de Juegos Olímpicos no siempre es posible. Sugoi Uriarte, yudoca español que quedó 4º tras una polémica decisión arbitral, encarna perfectamente lo que significa ser deportista y saber competir: “La derrota fue injusta, pero yo no me rindo fácilmente; estaré en Rio.  Mi madre falleció el año pasado y le prometí una medalla. Seguro que estará orgullosa de mí”. Todo coraje, bondad y sacrificio.

       Los juegos de Londres 2012 todavía no han acabado, pero ya se han convertido en los Juegos Olímpicos de la consagración histórica de Michael Phelps, mejor deportista olímpico de todos los tiempos, y uno de los mejores deportistas de la historia. El tiburón de Baltimore es ya historia viva del deporte. Sus 19 medallas (15 de ellas de Oro) lo consagran como el más grande. Pero no hay que engañarse, Phelps hay 1, y deportistas que sean recordados en cada olimpiada no pasan de una decena. La realidad son los competidores que han sufrido, luchado y llorado para llegar a unos Juegos Olímpicos como representantes de su país y se van sin el reconocimiento que merecen. Sólo por el hecho de estar ahí, todos ellos son héroes. Es injusto que sólo en las victorias les acompañen los flashes, halagos y flores. Hay que darse cuenta de la historia personal que hay detrás de cada uno de ellos, porque antes que atletas, son personas.

       Por hacernos vibrar con pruebas que a priori, a muchos nos importan entre poco y nada, y conseguir emocionarnos aunque no compartamos nacionalidad con muchos de los campeones, gracias. Gracias por superaros, competir, levantaros y luchar. Gracias por ganar, y por saber perder. Gracias por estar ahí, por llevar el deporte por bandera y demostrar lo bello y genial que puede llegar a ser. 

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